jueves, 1 de septiembre de 2011

That someone special - Último curso (Parte 11)


¿Cuándo dejé de ser la persona que era, para ser la persona que soy ahora? Esa era la pregunta que me hacía mientras miraba al suelo fijamente intentando ordenar cronológicamente todos los acontecimientos de mi pasado. ¿Por dónde debía de empezar?
- Paulo, ¿vas a contarme eso que te recordó Fran?
- Sí, solo que no sé por donde empezar...
- Cuéntame lo más importante.
- Lo más importante es largo de contar.
- Tenemos toda la noche.
- Todo comenzó en el último curso de secundaria...
Ahí empezó un viaje de regresión a cuando tenía 16 años.
Estudiaba en la misma clase que Fran después de haberlo conocido el curso pasado cuando llegó a mi clase. El siempre fue el mismo,despreocupado, espontáneo y descarado, y por consecuencia, mal estudiante. Yo era de carácter afable y le ayudaba a hacer las tareas, al principio no me cayó bien, pero me hacía reír y congeniamos enseguida. A principios del último curso, sentía algo por una chica de mi clase, Belén, una chica tímida a la que le costaba decir lo que sentía. Nos gustábamos mutuamente, pero nunca llegamos a decir lo que sentíamos. Y de ahí, el comienzo de todo.
Durante las primeras semanas del curso, Belén y yo nos lanzábamos indirectas para saber que es lo que sentía el uno por el otro. Cometí el error de decir que no sentía nada por ella, cosa que no era verdad. Eso dio paso a una cadena de situaciones en las que Belén poco a poco se distanciaba de mí por haberle quitado la ilusión. Intenté reparar el daño que había hecho al darme cuenta de que fui un idiota por no haberme dejado llevar, pero ya era demasiado tarde. De todos modos, eran cosas de críos, uno a esa edad no sabe lo que quiere. El ambiente en clase desde ese momento para mí no era el mismo, era monótono y aburrido. Hasta que apareció Diana.
Diana era algo bajita, rubia de cabellos largos, con una preciosa sonrisa en el que se colaba un pequeño lunar casi inapreciable en el extremo izquierdo del labio inferior, unos preciosos ojos expresivos que se complementaban con cada acción que realizaba y un carácter llamativo que mezclaba madurez y bromas, con una palabra amable y simpática para cada ocasión. Todo un encanto. El año anterior habíamos tenido diferencia de opiniones y había dejado de hablarle. Hasta un día al final de educación física, en el que tras coger su mochila por error volvimos a hablar. Me disculpé por como me había portado con ella y tuve que esperar unas semanas para hablar otra vez.
Cuando la pusieron a mi lado en clase, comenzamos a hablar y conocernos mejor. Con ella las horas me parecían días, me sentía cómodo con ella y me hizo olvidar a Belén. Al acabar las clases la acompañaba a su casa ya que me quedaba de camino, o eso es lo que le decía yo. Todo con ella era perfecto hasta que llego aquel 22 de Enero... Por determinadas circunstancias me metí en problemas por un malentendido y el novio de una compañera de clase vino a la salida del colegio dispuesto a darme una paliza.
"Inclinado sobre la acera, en menos de 10 segundos, mi sangre formó un charco en el suelo mientras Diana gritaba mi nombre..."
Salía de clase con Fran y a menos de 50 metros de la salida había una esquina con una señal de stop. Como de costumbre me quedé parado para esperar a Diana. En la otra acera estaba el novio de la chica y le dije a Fran en broma que venía a pegarme, al final resultó que no estaba tan equivocado.
- ¿Tu eres Paulo?
- Si, soy yo.
- Venga, vamos a reventarnos.
Sus palabras resonaron en mi cabeza y entre en estado de shock, pero estaba calmado y confuso. Fran rápidamente me preguntó que por qué decía eso. No supe responderle. Miré para detrás y vi a Diana, cuando estuvo junto a mi me toco en el brazo para darme un toque de atención y la siguiera. No me atreví a decirle que el tipo que había cruzado de acera para quitarse la chaqueta iba a venir a por mi. Camine varios pasos junto a Fran, mientras Diana llevaba ventaja, y ya lo tenía delante. Sus palabras fueron:
- Venga, que si hace falta os pego a los dos.
Eché a un a lado Fran diciendo que el no tenia nada que ver. No me hubiese perdonado si pegaran a alguien mas y menos si fueran alguno de ellos dos. No hice caso y seguí caminando 5 pasos con el novio a mi lado hasta que sin mediar palabra me golpeó en el oído y me dejó aturdido. Los siguientes segundos los recuerdo borrosos, según Fran unos 6 o 7 puñetazos mas llegaron a mi cara. Pero serio, firme y siguiendo con una respiración tranquila sin casi moverme del sitio aguanté recibiendo su violencia. En cuanto me dio el último puñetazo y me hizo caminar dos pasos hacia detrás empecé a notar un cosquilleo en el labio superior que iba bajando por la boca. La sangre empezaba a emanar de mi nariz. Me incliné mirando al suelo a la vez que miraba desafiante al novio sin decir una palabra, sin mostrar ningún gesto. Verme sangrar le hizo creer que tenía la victoria asegurada, se volvió a acercar a mí y según Fran dejé de ser yo. Vio en mí todo lo malo que una persona quiere evitar. Ciego de odio y rabia me abalancé sobre él y comencé a estrangularle con una sonrisa dibujada en mi rostro. Durante mi leve pérdida de control pude ver, breve y de forma borrosa a Diana y Fran en estado de shock, no reaccionaban ante lo que hacía. Diana casi con lágrimas en los ojos me gritaba que parase. Pero no hice nada, me limité a seguir apretando su garganta cada vez mas fuerte mientras sus manos me advertían de que ya era suficiente. Fran, al ver lo que pretendía se acercó a mi para pararme. Me cogía por lo brazos e intentaba separarme de ahí, pero no lo lograba, mis ansias era insaciables. Mientras forcejeaba con Fran para que parase vi como Diana lloraba. Ver sus lágrimas me hizo parar en seco, momento que aprovechó el otro para pegarme y dejarme inconsciente.
Al despertar me limité a ver como la sangre que me salía de la boca y la nariz caía sobre el suelo.
Estaba en la sala de profesores sentado en un silla, encharcando el suelo. Levantaba la vista y notaba la impotencia de Fran y Diana, me habían levantado del suelo y me llevaron hasta el colegio mientras estaba inconsciente. Mareado me levanté hacia ellos a pesar de que me flojeaban las piernas. Ambos me cogieron de los brazos y notaba como ellos temblaban mas que yo. Fran me miraba como si de un extraño se tratase y Diana no podía articular palabra. Tras una serie de bromas que yo mismo hice para que no se preocuparan tanto, un profesor se ofreció a llevarme al centro de salud. Diana estuvo en todo momento conmigo. Después de salir del centro de salud, le dije al profesor que no se preocupara mas por mi y volviera al colegio que yo cogería el tranvía con Diana hasta nuestras casas. Fran se había marchado mucho antes. Al cogerlo y llegar a nuestra parada me despedí de Diana y le di las gracias por haberse quedado conmigo. El resto del día me lo pase haciéndome radiografías y lo típico en estos casos.
Al entrar en mi casa, noté que pise un papel que estaba en el suelo de mi casa. Lo cogí y lo primero que pude ver era mi nombre en mayúsculas y ocupando toda la parte de arriba de la hoja. Mi corazón estuvo a punto de pararse al leer eso, la ansiedad que me entró fue terrible. Seguí leyendo y la cosa seguía peor. Decía: "Paulo, he estado en tu casa..." Esas palabras hicieron que mi piernas flaquearan y caí de espaldas contra la pared. Lo primero que se me pasó por la cabeza es que aquel tipo me encontró y quería acabar con lo que empezó.
Pero... seguí leyendo. "...en tu casa para venir a verte, pero como no estabas, he tenido la idea de dejarte esta nota de apoyo.
Que sepas que te quiero y que tu no te merecías esto". Firmado: Diana.

That someone special - Año Nuevo (Parte 10)


Frente a mí, a 32 pisos de altura, se extendía la ciudad en la que se supone que tendría que vivir a partir de ahora. Nocturnidad adornada por luces de colores provenientes de los edificios y carteles de neón de las calles que se extendían ante mis ojos. Observaba a través de la ventana de mi habitación, sin pensar, solo mirando. Habían pasado unos 2 meses desde que besé por primera vez a Eva, y sin embargo, en ese corto período de tiempo muchas cosas habían cambiado. Alguien tocó en la puerta de mi habitación, pensaba que si no hacía ningún ruido se marcharía. Que equivocado estaba. Escuché como la puerta se abría y alguien se acercaba a mí.
- Tío, esto de las tarjetas electrónicas para abrir las puertas es una pasada. Pero que lleven una tarjeta maestra las camareras de piso es un fallo de seguridad bastante gordo, quien sabe lo que puede pasar, tal vez un tipo como yo puede tropezar accidentalmente con una de ellas para quitarle la tarjeta y entrar a la habitación del próximo director del hotel y molestarle un rato o algo peor.
- Lo tendré en cuenta cuando hable con el equipo de seguridad.
- Quedan 10 minutos para la cuenta atrás, ¿vas a bajar al salón a partir el año?
- Sabes que no soy un entusiasta de las fiestas colectivas.
- Entonces podemos quedarnos aquí, pedimos que nos suban una botella de champán y avisamos a Sara. Además, así puedo ponerme mas cómodo, no me gusta nada llevar traje, y menos un esmoquin, no es lo mío. Aunque a ti te sienta fenomenal, tienes buen porte. En fin, voy a sentarme, ese sofá tiene pinta de ser cómodo.
- ¿Dónde está Sara?
- Abajo con tu padre.
- No me hace ninguna gracia que esté cerca de él.
- Ni que fuese tu hija, deja que haga lo que quiera, que se de una vuelta por el hotel, así se va acostumbrando a él. Y mas si tenemos en cuenta que será tu Jefa de Recepción, tu carta de presentación ante los clientes VIP. Aunque si te quedas mas tranquilo le digo que suba.
- No es necesario.
- Y bueno Señor Director. ¿Qué hacemos, bajamos o nos quedamos?
- Bajemos.
Pincha aquí para ver esta foto.
El hilo musical del ascensor era un espanto para el oído, pero mucho peor era estar rodeado de gente que te saludaba solo por ser el próximo director del hotel. Típicos lameculos amigos de mi padre. No me gustaba nada ese ambiente, pero era lo que me esperaba y tenia que acostumbrarme a ello. Menos de un minuto quedaba para comenzar el año nuevo. Cogí una copa de champan de las bandejas de los camareros y me aproximé a Sara junto con Fran. Sara llevaba un vestido rojo largo a espalda descubierta y escote palabra de honor, perfecto para ella.
- Estás muy guapa con ese vestido Sara.
- Es la primera vez que me dices algo así, gracias. Estoy algo nerviosa, no estoy acostumbrada a tratar con este tipo de gente.
- Todo irá bien. Ahora solo brindemos.
Un estruendoso "¡Feliz Año Nuevo!" por parte de todos los presentes en la sala dio lugar a un espacio lleno de música, serpentinas y globos de colores. Me quedé un rato lidiando con los socios de mi padre, y enseñándole a Sara en qué consistiría su nuevo trabajo. En cuanto tuve oportunidad me escapé de la sala y subí hasta la azotea. Respirar aire fresco en vez del cargado ambiente del humo de los puros y el olor de los perfumes fue todo un alivio. Me acerqué hasta la barandilla de la azotea mientras los fuegos artificiales teñían de color el cielo e iluminaban el suelo por el que caminaba. Tiré el contenido de mi copa al vacío y la dejé en la barandilla sobre la que me apoyé. Saqué mi móvil del bolsillo de la chaqueta y marqué su numero. No había respuesta salvo el del contestador.
- Feliz Año Nuevo. Tenía la esperanza de que me cogieses el teléfono, hace dos semanas que no sé de ti. Espero que estés bien. Un beso.
Devolví el teléfono a la chaqueta y me di cuenta de que no debía de haber tirado el champan, ahora me apetecía un trago.
- ¿Que ha pasado con Eva?
- No me coge el teléfono y hace varias semanas que no se de ella.
- ¿Crees que le ha pasado algo?
- No, si le hubiese pasado algo su móvil habría dejado de funcionar, las baterías no duran mas de una semana si se tiene encendido.
- ¿Y eso que significa?
- Que no coge el teléfono porque sabe que soy yo.
- ¿Qué vas a hacer al respecto?
- Nada, si no quiere verme es cosa suya.
Fran se acercó a mi, me rodeo con su brazo y me hizo caminar hasta las hamacas que habían en la azotea. Nos sentamos el uno frente al otro y me miró seriamente.
- Paulo, esto no puede continuar así. Te conozco desde hace tiempo y ya estoy cansado de que sigas siendo esa persona que no eres. No siempre has sido así.
- ¿Así como?
- Pues como eres ahora, un tipo serio, frío, distante, incapaz de abrirse al mundo. Hace mucho que no veo reírte como en aquellos tiempos.
- ...
- Bueno vamos a dejarnos de tonterías, voy a decirte lo que pienso de ti, cosa que tal vez debería de haber hecho hace tiempo y no ahora. ¿Sabías que te admiro? Siempre lo he hecho.
- ¿Admiras al tipo serio, frío y distante que soy?
- No, pero si al tipo capaz de abrirse a los demás, espontáneo, extrovertido y simpático que eras antes y que sigues siendo aunque esté escondido. Me gustaba tu forma de ser y a pesar de que ahora dejas las cosas a medias, incluso yo, no he podido llegar a hacer lo que tú. Y ambos sabemos porqué cambiaste. Aquella chica, Diana.
Fran no se equivocaba en nada, había acertado de lleno.
- No dejes escapar la oportunidad de ser feliz, tienes mucho por lo que luchar ahora mismo. Es importante tener en cuenta el pasado para no cometer errores en el futuro, pero no vivas en él. Ya está, ya acabe de decirte lo que tenía que decir. Ahora me voy abajo, que hay unas tías tremendas y tengo que aprovechar mi condición de mejor amigo del director del hotel...
Fran se alejaba para llegar al ascensor, no tuvo que esperar mucho por él, Sara subía a buscarme.
- Paulo, ¿qué haces aquí?
- Pensar en el pasado, Fran me ha recordado una cosa.
- Nunca me has hablado de tu pasado.
- Creo que ya es hora de que lo haga...

That someone special - Cena para dos (Parte 9)


No dormí en toda la noche, estuve pendiente de Sara todo el tiempo. Ahora la veía muy frágil como para dejarla a solas. Estaba tumbado junto a ella en su cama, sus largos cabellos se mecían sobre mi pecho y el latir de mi corazón la calmaba mientras apoyaba su cabeza en mí. Aún dormía. Durante la madrugada le di muchas vueltas a lo que me había dicho. Comprendí porqué era tan cariñosa conmigo, porqué aquel día fue hasta el sofá y me besó, porqué estaba empeñada en que me relacionase con Eva. A su modo de ver las cosas, no había forma material de devolverme todo lo que le había dado, pero a nivel sentimental cabía la posibilidad. Se que no era una niña, seguramente maduró antes que yo, pero en su caso fue a la fuerza. No se merecía nada de lo que le pasó. Lentamente me aparté de ella y me senté al borde de la cama.
- ¿Piensas quedarte todo el día en la cama?
- ¿Sabías que estaba despierta?
- Claro que sí. Oye Sara, con respecto a lo de anoche...
- Lo siento.
- No seas idiota, no tienes que disculparte. Entiendo que no quisieses contarlo, lo menos que quiere uno es recordar todo lo malo que le ha pasado.
Sara se acercó por detrás y cruzó sus brazos a través de mí, se apoyó en mi espalda y me besó en la mejilla.
- Gracias por todo.
- Anoche se quedó una conversación pendiente, creo que ya que tu has sido sincera es hora de que yo también lo haga... ¿Qué es lo que pretendo con Eva? Aún no lo sé, me siento bien con ella al lado, pero no me veo capaz de entablar una relación sentimental con ella.
- ¿La volverás a ver?
- Esta noche, va a venir a cenar. Tenía que haberte avisado primero.
- Puedo ir al cine hasta que acabéis, no me importa.
Toda la mañana en el supermercado y la tarde en la cocina. Estaba especialmente desanimado por saber el pasado de Sara. No paraba de darle vueltas a la cabeza y de mirarla con otros ojos. Ya no era lo mismo... Llegaron las 9 de la noche y me fumaba un cigarro sentado en las escaleras del portal. Sara salía de casa para irse al cine.
- Me voy ya, llámame cuando acabes.
- Ten cuidado.
Saqué el móvil del bolsillo y le dí a "rellamada", cada tono que escuchaba me aceleraba el corazón.
- ¿Ya está lista la cena?
- Hola eh...
- Estoy de camino.
- ¿Cuánto vas a tardar?
- Nada, ya estoy aquí.
Alcé la vista y estaba delante de mí. En una sola palabra, preciosa. Subimos y nos sentamos en la mesa. El menú de esa noche consistía en un solomillo con salsa de pimienta, acompañado de vino tinto y de postre una tarrina de yogur natural con varias capas de mermeladas alternas. Nada del otro mundo.
- Espero que te guste la cena, no he tenido mucho tiempo.
- Con una hamburguesa hubiese sido suficiente.
- Pero ya que iba a cocinar, quería hacerlo algo decente.
- No estoy aquí por la cena.
- ¿De qué hablas?
- Estoy aquí por ti, para pasar un rato juntos, aunque debo reconocer que la cena también vale la pena. Ojalá comiese así de bien todos los días.
- ...
- ¿Te ocurre algo? Estas callado y serio.
- Oh. No es nada, cosas que tengo en mente.
- ¿Y puedo saber que cosas son esas?
- Estaba pensando que harías estas fiestas, la Navidad se acerca y según me habías dicho estás tu sola.
- Supongo que cenar sola el día de Nochebuena y partir el año viendo los típicos programas que repasan todo lo ocurrido durante el año.
- ¿Te gustaría pasar las fiestas conmigo y mis amigos? Yo también estoy solo por decirlo de alguna manera, ya sabes que mi familia está lejos. Pero tengo a mi compañera de piso y un amigo. Y si no tienes a nadie pues...
- De acuerdo.
Lo cierto es que pensaba en las intenciones de Eva en cuanto dijo que estaba ahí por mí. Luego descubriría cuales eran sus intenciones...
- Entonces me habías dicho que tienes una compañera de piso.
- Así es, se llama Sara. Vivía en el piso de enfrente, pero por cosas de la vida desde hace unos meses vive conmigo. Es una chica estupenda, ya la conocerás.
- No dudo de que sea estupenda, porque lo has vuelto a hacer.
- ¿Hacer qué?
- Sonreír mientras te acuerdas de algo. Y dime, ¿sois mas que compañeros de piso ustedes dos?
- ¿Alguna vez te guardas algo de lo que se te pasa por la cabeza?
- Nunca, soy así de curiosa.
Ambos nos empezamos a reír. La cena había acabado pero la noche acababa de empezar.
- La cena estaba exquisita, así que supongo que es hora de irme.
- Esperaba que pudiésemos tomarnos una última copa en la azotea, si no me equivoco esta noche hay luna llena.
- Esa idea me gusta mas. - Decía con una carcajada.
No me equivocaba, había luna llena y el cielo estaba despejado. Dejé la botella de vino y ambas copas en la mesa de la azotea, tomamos asiento el uno al lado del otro y tras servirnos, nos quedamos mirando al horizonte.
- Es la primera vez que la veo tan grande y brillar de esa manera. Es precioso.
- La ambiente de la noche es embriagadora, me hace sentir bien, siento como si ocultase algo de mí.
- ¿Qué dices?
- Pensaba en voz alta.
- Vaya, que pensamientos tan profundos, podrías hacerte poeta algún día.
- Ja-ja, graciosita.

- No me molesta, al contrario, me gusta que hagas eso.
- ¿Por qué?
- Por que eres honesta. Me fío mas de alguien que dice lo que piensa que de alguien que dice lo que el otro quiere escuchar. Me haces saber que eres de fiar.
- Vaya... ahora soy yo la que no sabe que decir. Nunca me habían dicho nada así.
Nos quedamos en silencio mientras el vino se vaciaba poco a poco.
- Oye Paulo, ¿esa radio que tienes ahí funciona? - Preguntaba mientras se levantaba e iba hacia ella.
- Si aún tiene pilas si.
- Veamos que hay, me apetece bailar.
"... y aho... continuamos con Baila Morena de Zucchero"
- Me encanta esta canción.
Eva empezó a moverse, poco a poco, al ritmo de la música desinhibida. Era idéntica a la chica de aquel sueño, la forma de moverse, de mirarme con esos bonitos ojos verdes, su sonrisa burlona y la magia que tenía para no hacerme apartar la vista de aquello. La canción acompañaba perfectamente y varios de sus versos describían casi con todo detalle lo que estaba ocurriendo allí en ese instante.
"Creo en los milagros desde que te vi, eres tan sexy, mis ojos te persiguen sólo a ti, y debe haber un caos dentro de ti, para que brote así una estrella que baila, la luna es un sol, mira cómo brilla, baila, baila morena, bajo esta luna llena. Ven chica, ven loca, dame tu boca."
Me levanté de mi sitio mientras ella ajena a su alrededor continuaba moviéndose, me paré frente a ella esperando a que se diese la vuelta. Aquellos hermosos ojos como esmeraldas penetraron dentro de mí en cuanto se giró hacia mí, comenzó a rodearme con sus brazos mientras yo la rodeaba a la altura de la cintura con los míos. Tal y como decía la canción, me dio su boca. Caliente, intenso, suave, dulce como una caricia que viene desde el fondo del alma de una persona para hacerle saber que eres algo mas de lo que crees que eres, capaz de hacerte sentir vértigo solo con el roce de sus labios. Así fue el beso que vino de Eva.
- Ya es tarde, creo que es hora de que me vaya. - Decía mientras se apartaba de mí, cogía sus cosas e iba en dirección a la puerta de la azotea.
- Eva, he estado toda la noche confuso porque no sabía que es lo que quería contigo. Pero este último momento era lo que realmente buscaba sin saberlo, y si ahora te vas, no me escucharas decirte que te quedes conmigo.
- Dilo.
- Quédate conmigo.

That someone special - Segundo encuentro (Parte 8)


Eva. Es el nombre de la chica que tenía en la mente mientras abría la puerta de mi casa. Las luces estaban encendidas y se escuchaba una conversación en el salón. Me asomé y Sara y Fran estaban sentados en el sofá. Me miraban expectantes, como si quisiesen saber algo.
-¿Por qué has tardado tanto? Un cigarro no te lo fumas en 1 hora. Son las 2 de la mañana. - Preguntaba Sara
- Tal vez haya tardado tanto porque el deseo que pedí se haya cumplido. - Decía mientras me quitaba la chaqueta de camino a mi habitación.
- ¿A qué te refieres?
- A nada, buenas noches, no arméis jaleo.
No me lo pude creer, al despertarme por la mañana me esperaban en el salón, Sara se había ido a dormir a su cuarto y Fran se había quedado en el sofá después de intentar entrar en la cama de Sara. Insólito. ¿De verdad eran tantas las ganas que tenían de saber dónde había estado anoche?
- Empieza a hablar, no me he quedado a dormir en el sofá para nada. Me duele la espalda, así que empieza.
- Mira que sois huevones... Bien, cuando os dije que os fueseis una chica vino a entregarme la cartera y el mechero que se me habían olvidado en la mesa. Y no, no era la chica de aquella vez. Pero se le parecía muchísimo, eran casi idénticas, pero estoy completamente seguro de que no era ella. Fuimos hablando por el camino y al final me acabó dando su número de teléfono y yo el mío porque le había dicho que la invitaría a comer.
Sara y Fran me miraban boquiabiertos.
- ¿Y ahora que coño pasa?¿Por qué me miráis con cara de subnormales?
- Ay que mi niño ya se está haciendo grande. - Mientras, Sara me cogía de los mofletes.
- Sara coño, déjate de tonterías.
- ¿No te das cuenta? Estás cambiando, no eres el mismo de hace unos meses. Yo por lo menos estoy orgulloso, pero me voy a mi casa a descansar en una cama de verdad. - Decía Fran mientras salía por la puerta.
- Vale Paulo, ahora lo que tienes que hacer es no llamarla hasta mañana, deja que pase un tiempo.
- Sara, no voy a llamarla.
- ¡Qué dices! Te has pasado 5 meses hablando de ella y ahora que la encuentras, ¿no vas a hacer nada? ¿Estás loco o qué?
- No es la misma chica. Incluso ahora que lo pienso no creo que ni se le parezca, ¿cuantas copas llevaba encima? Cinco como mínimo, seguro que del lote que llevaba encima y por el deseo que había pedido me sugestioné a mí mismo para que se pareciese a ella. No sé Sara, no creo que mueva un dedo por Eva.
- Así que se llama Eva... No habías dicho su nombre hasta ahora, y cuando has pensado en ella te ha salido sin que te dieses cuenta. Paulo, no va a pasar nada por llamarla. Si resulta que al final es la chica desconocida de aquella vez pues perfecto, si no lo es, pues así conoces a alguien nuevo.
- Bueno dejemos el tema ya, ya veré que hago.
Lo cierto es que en ese momento no sabía que quería.Sara y Fran eran la única compañía que me hacía falta, y no quería perder el tiempo intentando cumplir un sueño del que no tenía ninguna certeza de si se haría realidad. Pero mi forma de pensar cambió días después. Salí a dar una vuelta por el distrito comercial de la ciudad, las calles estaban repletas y no se veía ningún escaparate a no ser que pasases cerca. A pesar de ello, pude distinguirla perfectamente, como si desprendiese luz propia. Su rostro serio y ajeno al mundo que le rodeaba lo reconocí perfectamente. Su mirada, fija y penetrante se clavó en mí. Con una sonrisa me hizo saber que me reconocía, se abrió paso entre la multitud y con un suave beso en la mejilla me saludó.
- ¿Qué tal Paulo?
- Eva, me has pillado de sorpresa. Bien supongo, ¿y tú?- No sabía que decir, no me la esperaba
- Yo bien también, acabo de salir de trabajar, ¿te apetece que vayamos a tomar algo?
- Claro, conozco un sitio cerca de aquí. Aunque... ¿tienes prisa por llegar a casa? Hay un restaurante por aquí cerca y pensaba que...
- De acuerdo vamos.
¿En serio había aceptado? Estaba muy desconcertado, jamás había hecho esto con nadie. La cena fue muy sencilla, en un pequeño italiano, pidiendo pasta y un tiramisú de postre. De camino a casa paseamos por el parque.
- Si hace unos días me hubiesen hecho escribir una lista de las cosas que no me esperaría que me pasasen, estar aquí contigo sería una de ellas.
- ¿Por qué? ¿Tenías pensado no volver a llamarme?
- Si te soy sincero no tenía ninguna intención de hacerlo.
- ¿Te llevaste una mala impresión de mí cuando nos conocimos?
- Para nada, pero soy así de retraído. Me cuesta mucho añadir gente a mi vida, no es nada personal.
- Sabes, una vez me dijeron: "Cuanto menos sepa la gente de ti, mas dueño eres de tu vida". ¿Es eso lo que te pasa? ¿Tienes miedo a perder el control de tu vida?
- No lo sé, ahora mismo estoy debatiendo una idea en mi cabeza, cuando encuentre una respuesta, te la diré.
- ¿Eso significa que me llamaras?
- Si encuentro la respuesta en los siguientes minutos, no.
Ambos nos miramos y empezamos a reírnos.
- Eva, no se mucho de ti, salvo que trabajas en una tienda de ropa. Háblame de tu familia.
- ¿Mi familia? No hay mucho que contar, mi madre falleció cuando tenía 14 años por un cáncer, hasta que cumplí los 22 estuvimos viviendo con mis tíos. Ahora mi hermana tiene 25 y está estudiando en el extranjero, solo la veo en vacaciones y cuando me independicé mis tíos se fueron a dar la vuelta al mundo.
- ¿Y tu padre?
- Lo único que se de él es su nombre porque consta en mi D.N.I. y que es italiano.
- Vaya, entonces con la cena de hoy he acertado con tus orígenes... ¿Y tu hermana y tú tenéis el mismo padre?
- Sí.
- ¿Lo llegaste a conocer en algún momento?
- Mas o menos. Una vez, cuando salí de la escuela y fui a su trabajo, lo vi de lejos hablando con mi madre. Sabía que era él, mi madre me dijo que era el jefe del sitio donde trabajaba. Siendo una niña le pregunté porqué no tenía un padre en casa, ella me respondió que aunque no viviese en casa, él cuidaba de nosotras. Nunca entendí como...
- Vaya no sé que decir. Yo crecí en un entorno diferente al tuyo, aunque de cierta manera tampoco tuve la atención de mi padre. Estaba siempre tan metido en su trabajo que nunca tenía tiempo para mí, por eso siempre estaba al lado de mi madre, por eso crecí entre fogones. Mis amigos eran los cocineros, mi pasatiempo era ver como cocinaban...
- Añoras esos momentos, ¿verdad?
- ¿Cómo dices?
- Mientras lo decías, sonreías. Nadie sonríe mientras recuerda algo si ese recuerdo no merece la pena.
¿Qué vi en ese momento? Me vi a mí mismo, ambos crecimos sin la atención de nuestro padre, empezaba a empatizar con ella. Tal vez tuviese la respuesta a todas mis dudas. No quería que acabase todo ahí. Quizás estaba siendo algo egoísta pero quería mantenerla cerca para descubrir como era realmente yo.
- Antes de que cada uno se vaya a su casa, quería decirte que ya encontré la respuesta a la idea que debatía en mi cabeza. ¿Qué te parece venir mañana por la noche a mi casa? Te prometo que esta vez te llamaré.
- Si esta vez me lo prometes... Acepto. Espero tu llamada.
2 o 3 fueron los pasos que ella dio cuando sonó su teléfono.
- Hola, ¿Eva?. Soy Paulo, ¿qué te parece venir a mi casa a las 9 para cenar?
- Me parece que es una hora perfecta.
Se alejaba de mí sin mirar atrás, pero sabía que se iba con una sonrisa dibujada en los labios. Yo también hice lo mismo. Nada mas cruzar la puerta de mi casa, Sara me empujó y caí sobre el sillón. Se puso encima de mi y me agarró de las muñecas inmovilizándome.
- No tengo ganas de jugar, esta noche no.
- No es eso lo que pretendo, lo que quiero es que me seas sincero de una maldita vez. Y no te voy a soltar hasta que digas lo que sientes. Y se que si te lo pregunto de forma normal me vas a engañar. Así que quiero mirarte a los ojos para saber si me mientes. Sé que has estado con Eva, volvía de camino a casa cuando os vi comiendo en la terraza del "Da Firenze". Me habías dicho que no ibas a volver a verla, y sin embargo te veo cenando con ella. Así que dime... ¿Qué es lo que quieres realmente? No te engañes a ti mismo y dilo ya. No tengas miedo de cometer un error.
- ¿Qué mas te da lo que yo haga? Yo diría que lo que pretenda con Eva es cosa mía.
- Me importa mucho, porque quiero que seas feliz. Nunca he tenido nada y tu me lo has dado todo.
- ¿De qué estás hablando?
- ¿Nunca te has preguntado como una chica como yo, con tan solo 20 años ya vive sola y tiene un trabajo cuando se supone que a esta edad debería estar estudiando? Pues porque me escapé de casa ya que nadie me quería.
- No digas tonterías, ¿cómo va a ser eso?. - Le preguntaba mientras se quitaba de encima.
- No se lo he contado nunca a nadie porque no quiero pensar en ello. Pero con solo 14 años mi madre me echó de casa. Empezó a salir con un tipo que consumía drogas, una vez que vino a casa me quiso tentar para que probase y me negué. Se le fue la olla, y me pegó. Me encerré en mi habitación hasta que llegó mi madre y se lo conté. Pensé que por ser mi madre me defendería y acabaría su relación con ese tío, pero al contrario de lo que me esperaba, me echó de casa. Me dijo que era una mentirosa y que no podía soportar que ella fuese feliz. Les pedí ayuda a uno de mis tíos y mis abuelos, pero jamás me habían querido por lo que también me echaron de sus casas. La familia que yo pensé que alguna vez había tenido jamás existió. Y una noche me encontré con mi tía Adela. Me dio un hogar y me cuidó, pero con ciertas limitaciones. Yo hacía todas las tareas de casa, y por las tardes después de salir del instituto la tenía que ayudar en la peluquería. Estaba tan ocupada que no podía salir de mi casa, por lo que nunca tuve amigos. Siempre que hacía algo de la forma en que a mi tía no le gustaba o discutía con su marido, las culpas me las llevaba yo. Me gritaba, me echaba en cara que era de su propiedad por que me dio un sitio donde vivir y me amenazaba constantemente con dejarme en la calle. Y un día comencé a ahorrar para irme de allí. Cuando hace 2 años ya tenía la mayoría de edad y el dinero suficiente, saqué mis cosas a escondidas de la casa y me vine aquí, lejos de mi tía para comenzar de 0. Y... luego...
- Tsss, calla. No sigas recordando lo que no quieres, no es necesario. Ya es cosa del pasado. Llora si te hace falta, llora todo lo que quieras, hasta que te canses. Pero prométeme algo, será la última vez que lo hagas por ese motivo, luego volverás a sonreírme como haces siempre.
Sara comenzó a liberar todo el sufrimiento que durante años había llevado encima, el de toda una vida que resultó ser falsa. La abracé fuertemente, sus llantos me ensordecían y sus lágrimas empapaban mi camisa. No sabía nada de lo que le había pasado, pero comprendí el porqué de su forma de ser. Varias fueron las horas que la mantuve en mis brazos hasta que se durmió. La cogí en brazos y la llevé hasta su cama para arroparla, ya estaba agotada por tanta tristeza. Me tumbé al lado de ella y me hice una promesa, jamás dejaría que volviese a estar sola nunca más. La conversación que pretendía tener conmigo tendría que esperar...

That someone special - Cumpleaños feliz (Parte 7)


Varios meses pasaron, Sara y yo habíamos establecido una relación a la que aún no habíamos dado nombre. No eramos novios, pero tampoco amigos, no sé como llamarlo. Fran dice que somos "follamigos", como siempre, tan sutil... Pocas cosas cambiaron. Seguíamos la rutina de siempre, ella trabajaba en la peluquería y yo seguía chupando del dinero familiar, de vez en cuando nos acostábamos juntos pero nada mas. De forma inconsciente seguía buscando a la chica de aquella noche, y ya estaba cerca de volver a encontrarme con ella. O eso creía. Estábamos a 23 de Octubre, el día de mi cumpleaños. Nunca me hizo ilusión ese día. Tal vez como nunca tuve una fiesta de cumpleaños no le he dado la importancia que le da el resto de la gente. Pero este cumpleaños fue diferente.
Por la noche fuimos a un bar a celebrarlo, Fran y Sara fueron a coger sitio a una mesa mientras yo buscaba las bebidas. Para ser el día de cumpleaños, estaba bastante serio, en ese momento me daba todo igual. Ellos ya sabían como era, no se molestaron ni en preguntar que me ocurría. Copa tras copa fui liberando tensión hasta que empecé a disfrutar de aquello.
- Bueno chicos, ¿todavía os acostáis juntos?
- No empieces otra vez. - Dijo Sara.
- Sara, me preocupo por mi amigo. Mírale, aún sigue serio y con cara de "mal follado". Apuesto a que lleváis mas de 2 semanas sin echar un polvo.
- Sabes que no te vamos a contar nada, lo que ocurre en la casa, ahí se queda.
- Vale vale, pero ey. Venga, cuéntanos en que piensas. Es tu cumpleaños y no veo que te alegres ni un poco.
- Se que ya empieza a sonar muy pesado, pero quiero volver a verla...
- ¿Todavía sigues pensando en ella? Venga ya, han pasado meses de aquello.
- Lo sé, pero aún así tengo la esperanza de verla otra vez.
- ¡Ya sé! - Dijo Sara entusiasmada. - Es tu cumpleaños, pide un deseo al soplar las velas,
- ¿Lo dices en serio? Sabes que no creo en esas cosas.
Fran fue hasta la barra y trajo una caja de cerillas, encendió una y dijo: "A mi no me parece mala idea." Era una completa chorrada lo que se las había ocurrido, sustituir una tarta con velas por una cerilla sacaba de una caja con el logotipo del bar. Pero aún así les hice caso. Cerré los ojos, pensé en la chica, soplé la cerilla, y al abrir los ojos todo seguía tal cual. Supersticiones... Nos quedamos un rato mas a base de alcohol y aperitivos. Ya era tarde y había que irse. Nos abríamos paso entre la multitud mientras otros reclamaban el espacio que habíamos dejado libre. Salimos del bar y les dije a Sara y Fran que se fuesen, yo iba a fumarme un cigarro. Me puse el cigarro en los labios y empecé a buscar entre los bolsillos el mechero. Alguien me tocó y me giré.
- ¿Esto es tuyo?
Tal y como ocurrió aquella vez, el cigarro se precipitó al suelo, pero la chica, muy ágil lo cogió con una mano mientras en la otra sujetaba mi cartera y mechero. ¿Era ella? ¿Se cumplió mi deseo? No lo sé, estaba confuso. Se parecía mucho, pero esta chica llevaba el pelo largo y no llevaba gafas, pero su cara era igual.
- Si gracias, son mis cosas.
- Menos mal, es que vi que te levantaste de tu mesa y te las dejaste, y los que se sentaron se las querían quedar. Así que les dije que eran de un amigo y fui a dar contigo para devolvértela. Bueno, hasta luego, yo ya me voy.
Aún seguía en shock. Necesitaba respuestas. La chica había comenzado a caminar. Corrí hacia ella y le dije que la acompañaba ya que mi casa quedaba de camino. Que excusa mas mala. Fui directo a lo que quería saber.
- ¿Tu y yo no nos hemos visto antes?
- Creo que es la primera vez que te veo.
- ¿Llevabas gafas y el pelo corto a principio del verano?
- No, no llevaba gafas ni el pelo corto.
Creo que notó la desesperación e insistencia de mis preguntas, porque empezó a guardar distancia de mi. Puede ser que pensase que era un loco obsesivo o algo por el estilo.
- Lo siento, es que hace tiempo tuve un encuentro con una chica y pedí un deseo y... Disculpa, parezco un trastornado.
- La verdad es que me estabas asustando un poco.
- Si perdona, es que es algo que tengo en la cabeza desde hace un tiempo.
- ¿Y que es eso que te inquieta?
- Te hice esas preguntas porque te pareces a una chica con la que pasé la mejor noche de mi vida y nunca volví a verla, y hoy que es mi cumpleaños pedí como deseo volver a verla, y como te pareces tanto pues no se... Menudo locura.
- Mmm, eso lo explica todo.
Ambos nos miramos y comenzamos a reírnos por esa situación tan surrealista. Empezamos a hablar de nosotros durante el recorrido, me sentía cómodo con ella. Era como quitarme un peso de encima, pero de una manera diferente. Quería ver a aquella chica otra vez y me encuentro con una que se le parece.
- ¿Y en qué trabajas?
- Trabajo de dependienta en una tienda de ropa masculina.
- Lo tendré en cuenta cuando quiera renovar mi vestuario...
- ¿Y tú a qué te dedicas?
- Si te soy sincero... Como mi padre es el dueño de una cadena de hoteles y le sobra el dinero, vivo del cuento.
- ¿Entonces eres un niño mimado?
- Tampoco es eso, cojo lo mínimo para vivir, no tengo gastos ostentosos.
- ¿Pero haces algo o eres el típico que se queda en el sillón sin hacer nada?
- Si te refieres a hobbies, me gusta cocinar... Mi madre era la jefa de cocina del hotel de mi padre y siempre estaba metido en la cocina viendo como preparaban los diferentes platos y postres. Cuando me enseñaron lo básico empecé a hacer mis propias creaciones para el hotel, me gustaba experimentar...
- ¿Y por qué no sigues ahí?
- Desde que se divorciaron las cosas cambiaron, no me sentía cómodo en la cocina, me distancié de mis padres y me vine a vivir aquí.
- Lo siento, no tenía que haber preguntado.
- No pasa nada, no lo sabías. Es mas, ahora que me has recordado mi pasión por la cocina si quieres te invito a comer a mi casa.
- ¿En serio?, me gustaría mucho.
- Pues... ¿me das tu número de teléfono? Así quedamos.
- Si claro.
Habíamos llegado hasta el punto en el que nuestros caminos se separaban, cada uno para su casa. Al final no fue tan mal mi cumpleaños...
- Por cierto, no nos hemos presentado. Me llamo Paulo, ¿Y tú?
- Eva.

That someone special - Final del verano(Parte 6)


Después de limpiar la casa, Sara me ofreció ir al cine aprovechando el fin de semana. La verdad es que no me apetecía salir de la casa a pesar de ser una de esas últimas tardes de verano de ambiente embriagador como telonero a una puesta de sol mágica en el horizonte. Pero terminó convenciéndome con un "Por favor" con la boca pequeña y cara de perrito pachón. Cada uno se vistió, cogió sus cosas y nos marchamos. De camino al cine me percaté de algo en lo que hasta ahora nunca había caído. Sara tenía el rostro tan cuidado que no le hacía falta maquillaje para destacar entre las demás. Ese pensamiento se hizo mas evidente cuando llegamos a la cola para comprar las entradas. Sara me dijo que fuese al bar y pidiese algo de beber en lo que ella las buscaba. Me fijé en todas las parejas, la mayoría de las chicas iban mas pintadas que un barrio. La verdad es que siempre he pensado que a las chicas solo les hace falta pintarse en ocasiones especiales... Naturalidad ante todo. Mientras el camarero me servía 2 cervezas, comencé a darle vueltas a la cabeza a un tema. Entré en un trance del que Sara me sacó con un chasquido de sus dedos.
- Ey, espabila, ¿en qué pensabas?¿En pajaritos preñados?
- ¿Qué película vamos a ver?
- Una de terror, para que me abraces cuando me asuste, jeje.
- ¿En serio? No me gustan las de terror, son todas iguales. Si hay un negro o una tonta en la película, esos serán los primeros en morir, ya verás. ¿A qué hora empieza?
- En una media hora, todavía tenemos tiempo. Bueno dime, ¿en qué pensabas? Porque tenías una cara de zumbado...
- Estaba mirando a las parejas que hacen cola.
- Uy uy uy, a que vas a querer echarte novia y todo... Quién lo diría, el chico duro y solitario ahora quiere una princesa. Estas cambiando eh...
- No pensaba en eso exactamente. Cuando una persona dice "Te quiero", ¿sabe la repercusión que tiene eso en el futuro? Imagínate una pareja cualquiera, se pasan el día abrazados y diciéndose cosas que alimentan su amor. Desean estar juntos para siempre y las palabras "Te quiero" son completamente sinceras en ese momento. Y un día cualquiera dejan de ser pareja, y lógicamente ambos lo pasan mal. Luego, si vas a uno de los dos y le preguntas si aún quiere a la otra persona te dirá que no. Entonces, esos "Te quiero" que se habían dicho han pasado de ser sinceros a una mentira.
- ¿Y esa reflexión a que vino ahora? - Me decía Sara con una bonita sonrisa de complicidad.
- Yo jamás le he dicho "Te quiero" a nadie. ¿Y siempre me he preguntado porqué? Tal vez sea por eso, no quiero que mis palabras se conviertan en una mentira en el futuro.
- Yo tengo otra teoría. Jamás te has encariñado con nadie porque tienes miedo. Miedo a que las personas se acerquen a ti, y de un momento a otro las puedas perder. Pero por muy duro que tu seas o quieras serlo, siempre necesitaras a alguien. Piénsalo, a pesar de que eres un pasota, tienes como amigo a Fran y a mí como compañera de piso. Y cuando te encontraste con aquella chica te sentiste como en el cielo, ¿por qué?, porque te hizo saber lo maravilloso que es permitir a una persona entrar en tu vida aunque solo fuese un momento. Y creo que ese hecho te ha marcado tanto que por eso sueñas con ella constantemente y poco a poco estas cambiando como persona.
Dejé que la cerveza se deslizase por mi garganta mientras Sara terminaba de hablar. Puse la botella sobre la mesa y me quedé en silencio mirando al suelo. Lo que me había dicho me dejó pensativo. Sara llamó mi atención poniendo su mano encima de la mía, cuando la miré, me guiñó un ojo y me dijo: "No te preocupes tanto, vas por el buen camino". Nos levantamos de la mesa y nos fuimos a ver la película. No me equivocaba en nada, era la típica película de mierda en la que todos los protagonistas, unos inocentes estudiantes, se desmadraban en una fiesta que ellos mismos organizaban e iban muriendo uno a uno sobreviviendo solo la chica con 2 dedos de frente. Lo positivo de la película era que yo tenía una Coca-Cola y un cubo de palomitas tamaño extra grande para compartir con Sara. Mientras salíamos de la sala y escuchaba a los críticos de cine de turno hacer su valoración de la película, le pregunté a Sara donde íbamos ahora. Aún era muy temprano y no teníamos ganas de volver a casa. Era fin de semana y había que aprovecharlo. Fuimos hasta el paseo marítimo cerca de casa a comernos un perrito caliente sentados en un muro mirando hacia el horizonte mientras aún había sol. Al acabar nos descalzamos y caminamos hasta la orilla de la playa a ver como llegaba el anochecer. Al sentarme sobre la arena sentí una paz incomparable a nada. El ambiente aún era cálido y embriagador, solo estábamos en la playa algunos bañistas que querían aprovechar hasta el límite sus últimos días de vacaciones y alguna que otra persona haciendo deporte. A pesar de estar concentrado mirando aquel fenómeno de la naturaleza, noté como Sara me cogía de un brazo y apoyaba su cabeza sobre mi hombro. Escuchar como suspiraba me hizo saber que ella también le daba vueltas a algo.
- ¿Ocurre algo Sara?
- Me siento muy sola. Todas los tíos con los que he estado solo han estado conmigo por interés.
- Coño lógico, estás tremenda. Como para no intentarlo...

- Pero lo mío es inevitable, compartimos piso, normal que poco a poco nos vayamos conociendo. Aparte, somos amigos. - Mientras le dedicaba una sonrisa.
No sé que se le pasó por la cabeza pero se quedó callada todo el tiempo. De camino a casa, me cogió fuerte del brazo, como si tuviese miedo a algo. Miraba hacia el suelo hipnotizada por el relieve del pavimento. La verdad es que no me importaba que estuviese pegada a mí de esa manera, pero todo el mundo me miraba pensando que le había partido el corazón o algo por el estilo. Cuando llegamos a casa nos quitamos la arena de encima y nos pusimos mas cómodos, Sara se encerró en su habitación y yo me tiré en el sofá a ver la tele. Los ojos se me cerraban lentamente e iba adquiriendo una posición fetal cuando noté como alguien estaba de pie frente a mí. Era Sara, con una mirada diferente. Me senté sobre el sillón para preguntarle que le pasaba. Antes de abrir la boca se abalanzó sobre mi dándome un beso mientras le caían las lágrimas de los ojos. Tal y como pasó la otra vez con aquella chica, perdí la voluntad. Era incapaz de pensar, solo era capaz de tocar con mi mano hasta el último rincón de su cuerpo. Ella no separaba sus manos de mi rostro mientras cogía aire para volver a mis labios, había pasado de cara de arrepentimiento a cara de diablesa al ver que yo respondía de la misma manera. Su sonrisa, esta vez burlona, me daba aún mas fuerzas para continuar sin pensar en las consecuencias. Hicimos una breve pausa para quitarme la camisa mientras me levantaba del sofá. Con una mirada me incitó a acercarme a ella lentamente, mis manos recorrieron desde sus rodillas hasta su trasero, donde, después de haberla besado, la levanté a mis brazos. Con sus piernas se agarró a mi cintura y nos comíamos el uno al otro mientras la llevaba hasta la habitación. Durante el camino, tiramos la lámpara del mueble, haciendo que el perro del vecino se pusiese a ladrar como un loco. Ajenos al escándalo que hacíamos, nos tumbamos sobre la cama. Pequeños y breves eran los besos que le iba dando por el cuello mientras bajaba por su cuerpo. Le levanté la camisa dejando al descubierto sus pechos. Eran preciosos, de auténtica naturalidad, suaves y cálidos y de una medida perfecta que cabía en mi mano. Ni le faltaba ni le sobraba, eran extraordinarios. Mientras jugaba con sus pechos ella se retorcía de placer mientras clavaba sus uñas en mi espalda. El dolor no hizo otra cosa que alimentar mis ansias. A través de besos y pequeños mordiscos comencé un juego en el que yo le daba lo que quería y ella me lo devolvía de otra manera. Le bajé el pantalón de pijama que llevaba puesto mientras aparecían unas interminables piernas que a pesar de haberlas visto cuando llevaba pantalones cortos o una falda, me parecían desconocidas. Nuestras manos se entrelazaron mientras se subía encima de mí. El tiempo era oro, y el éxtasis estaba en lo mas alto. Empezó a mover sus caderas haciéndome saber que estaba ahí, justo en ese momento y en ese lugar, era la realidad, era lo que estaba pasando. Sin darme cuenta ya había bajado mis pantalones y llamando mi atención, me hizo mirar como con una mano se apartaba el tanga hacia un lado e introducía mi miembro dentro de ella. Ese instante estremeció nuestros cuerpos a la vez que se fusionaban en uno solo. Era increíble, miraba al techo completamente extasiado, sudando y con el corazón a punto de salir por la boca. Mientras Sara no dejaba de moverse encima de mí produciéndonos mutuo placer, recuperaba la lucidez y pensaba en las consecuencias que tendría todo esto. Pero ahora tocaba disfrutar, no siempre se tiene una ocasión como esta con una chica como Sara...
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Nota para los lectores: Esta parte tenía que acabar de otra manera, pero a la mitad se me fue la pinza y así ha quedado...

That someone special - La rubia de ojos azules(Parte 5)


Sara. Así se llama esa chica que me ha despertado. 20 años, rubia de pelo largo y rizado, ojos azules, labios finos y una preciosa sonrisa que te la muestra siempre que la necesitas ver. Es igual de alta que yo, con un cuerpo de infarto, y como ya habia dicho anteriormente, poseedora de un precioso y bien moldeado culo. Trabaja de peluquera en un establecimiento cercano a mi casa por lo que cada 2 por 3 cambia su aspecto, pero cada vez a mejor... Por lo que he visto hasta ahora, es simpática, cariñosa, reponsable... Joder, es tan perfecta en todos los sentidos que me siento incapaz de buscar adjetivos.
- Levántate ya, voy a cambiar las sabanas y me tienes que ayudar a limpiar la casa.
- Sara, me acabas de joder un sueño maravilloso que podía haber acabado en un polvo con la chica de mis sueños.
- ¿Otra vez sueñas con esa chica? Mi madre, lo que te pasó si que debió de afectarte eh... Pero arranca, no vas a pasarte el día ahí.
¿Por qué está viviendo conmigo? La respuesta se encuentra unos meses atrás, al comienzo del verano. Volvía a mi casa después de haber estado de copas con Fran, estaba tan borracho que no conseguía encajar la llave en la cerradura de la puerta del portal. Sara, que en ese momento solo la conocía por su trasero, abrió la puerta del portal y aprovechando la ocasión le dije que me ayudase a entrar. Me cogió de un brazo y cual herido en una guerra me llevó hasta el ascensor. Ambos entramos en él, pero a ella no le hacía mucha gracia verse en un habitáculo tan pequeño con un tarado como yo. En el momento en que apreté el botón del 3º piso, el ascensor se puso en marcha. La sacudida inicial hizo que perdiese el equilibrio y caí sobre el panel pulsando el botón de parada del ascensor. Nos quedamos atrapados.
- No por favor, no me digas que nos hemos quedado atrapados.
- Jajajajajajaja.- Como un gilipollas me reía.
- ¿Eres idiota? Ahora no podemos salir de aquí y tu lo único que haces... ¿Es reír?
- Déjame en paz, no haber subido en el ascensor conmigo.
- Si lo llego a saber te dejo tirado en la entrada...
A pesar de los gritos de Sara y de pulsar el botón de emergencia, nadie venía a ayudarnos. Pasaron las horas y cada uno se sentó en un rincón, Sara evitaba mirarme cabreada por la situación. Y yo me pasaba el rato mirándola. Pensaba que si esta situación fuese una peli porno, ahora uno de los dos estaría encima del otro. A cada momento que pasaba, se me iba pasando el efecto del alcohol y recuperaba la cordura. Empezaba a mirarla con otros ojos, y un sentimiento de arrepentimiento emergía dentro de mí.
- Oye chica, siento que por mi culpa estemos así. Había bebido más de la cuenta y no sabía lo que hacía.
Todavía tenía cara de cabreada y evitaba mirarme para no pegarme un puñetazo.
- Ya que te he fastidiado la noche y no puedes dormir en tu cama, si necesitas algo, sea lo que sea, me lo dices, y te prometo que lo cumpliré.
- Vale, haz lo que te voy a decir, cierra la boca.
- Oye, que estoy haciendo lo posible para eliminar la tensión del ambiente, colabora un poco. Se que estamos aquí por mi culpa, así que deja que lo compense de alguna manera. Vamos a hablar. A ver, ¿cómo te llamas?
- Sara. - Decía con desconfianza.
- ¿A qué te dedicas?
- Estas intentando ligar conmigo después de habernos quedado encerrados aquí. Yo alucino.
- A tomar por el culo, me rindo. Olvidemos lo de hablar y vamos a quedarnos callados hasta que alguien nos saque de aquí.
El silencio se apoderó del habitáculo durante unos minutos. Era tan majestuoso que empezaba a quedarme dormido, mis párpados se cerraban lentamente mientras mi mente se mudaba al mundo de los sueños. Y entonces me habló.
- Oye, ¿vives aquí? Jamás te había visto en el edificio.
- Si, vivo justo enfrente de ti. Y a mí también me resulta asombroso que jamás hayamos coincidido.
- Si no nos hemos visto... ¿Cómo sabes que vivo frente a tí?
- Te he reconocido por ese hermoso trasero que tienes, siempre que estoy sentado en la cocina, te veo pasar por delante de tu ventana en ropa interior, todo un espectáculo. - Nada mas cerrar la boca me arrepentí de lo que había dicho, ya cerraba mis ojos esperando el golpe que me dejaría durante unas horas en el mundo de los sueños.
- Jajaja, estás loco. ¿Eres así de sincero siempre o es por estar ebrio?
- Ahora mismo un poco de cada.
- Pareces majo, creo que nos hemos llevado una mala impresión de ambos por este incidente...
Durante horas hablamos de nosotros, pasamos de una situación incómoda a una charla distendida. Tal vez nos escuchasen hablar o alguien que necesitase el ascensor no le llegó, pero por fin volvieron a ponerlo en marcha. Ambos nos quedamos en silencio y nos sonreímos. Salimos del ascensor dándole las gracias al técnico y cada uno fue a su puerta, desde la cual, nos despedimos. En una noche, llegamos a conocernos lo que no pudimos en años. Durante semanas coincidimos mas veces en la escalera, a veces íbamos a tomar algo o ella me invitaba a pasar a su casa a hablar. Por primera vez conocía a una buena chica a la que considerar una amiga y no "otra mas". Un día por la mañana tocó a mi puerta, nerviosa y triste. Al parecer, había comenzado a trabajar en un peluquería cercana y aún debía esperar un mes hasta su primer sueldo, y los ahorros para pagar el alquiler y facturas ya se habían acabado. Mientras me hablaba se me ocurrió la idea mas estúpida de las que he tenido hasta ahora.
- ¿Y si te vienes a vivir aquí?
- ¿Cómo?¿Contigo?¿En serio?
- Completamente, ya sabes que no trabajo porque mis padres están forrados y me pagan el piso y las facturas. Y entre eso y que sobra una habitación en la casa... A mí no me importaría.
Sara saltó gritando de alegría del sillón a mis brazos asfixiándome con sus bien formados pechos mientras me faltaba el aire y me comía la cara a besos. La ayudé a instalarse en la habitación de al lado durante los días siguientes. Lo que pensé que fue una locura por mi parte, en realidad... no lo fue para tanto. Siempre que tenía día libre me despertaba con un dulce "Buenos días" y me tenía preparado el desayuno. ¿En qué momento me convertí en un hombre casado con la esposa perfecta? Llegamos a intimar de tal manera que por una vez en mi vida, una chica me contaba sus problemas y no fingía que me importaba, realmente la escuchaba. Le conté lo que pasó con aquella desconocida y entendió por qué poco a poco era una persona mas abierta a los demás. Lo sabíamos todo el uno del otro. Así es como la conocí y como se vino a vivir conmigo.